Luis Martínez San Sebastián
San Sebastián
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Lupita Nyong'o (Ciudad de México, 1983) está sin estar del todo, que diría el Chavo del 8. Estrena una película, pero, en verdad, nosotros, los que vivimos en España, probablemente ni nos enteremos. Ella es la voz (aunque no solo) de Roz, el/la protagonista (quizá, para enfado de lingüistes, protagoniste) de Robot salvaje, la película de Chris Sanders que está llamada a ser la cinta de animación del año. O una de ellas. «Da lo mismo que sea acción real o animación. Para un actor, el trabajo preliminar es el mismo. No solo tienes que poner la voz, tienes que construir el arco narrativo de un personaje que sí, empieza siendo una máquina programada, pero que, con el paso del tiempo, acaba por ser sí mismo: una madre incluso», dice a modo de preámbulo en inglés (que no en el español que con acento mexicano que habla) para justificar su papel, justificar su sueldo quizá y, llegado el caso, justificar la entrevista que nos ocupa en el marco del Festival de San Sebastián donde se estrenó la película. E insiste: «Roz tiene mucho de mí. El trabajo con los animadores fue muy intenso y fue entre todos como creamos el personaje». Es ahora cuando le explicamos que aquí se dobla al castellano casi todo y es ahora cuando Lupita suelta una carcajada. «Entonces, ¿qué hacemos tú y yo?». Es broma.
Para situarnos, Robot salvaje cuenta la historia de un ser extraño que, azares del azar, naufraga un buen día en una isla no exactamente deshabitada. Nuestro héroe aprenderá a ser el que acaba por ser merced a un cuidadoso aprendizaje entre animales, que no humanos. Hay algo de reivindicación de la naturaleza en clave rousseauniana y mucho de aceptación de, por ejemplo, la diversidad o la emigración incluso. «Si me miro a mí misma», se sincera Nyong'o, «yo también he sido una extraterrestre como Roz. Me mudé a México, donde nací, a los 16 años y a Estados Unidos a los 20. En los dos casos, el trabajo fue el mismo, el de adaptarte a un sitio diferente, pero sin perder de vista nunca de dónde procedo [Kenia]».
Para saber más
- Redacción: DAVID MARCHESE (Corriere della Sera)
- Redacción: LUIS MARTÍNEZ Venecia
- ¿Puede entonces un robot enseñarnos a ser, por ejemplo, más tolerantes, menos racistas?
- Prefiero pensar que el arte existe para nos veamos mejor a nosotros mismos desde la emoción. No conviene convertirse en una proclama simplemente. Siento que los artistas somos complementarios al cambio social, no tanto los impulsores del cambio social.
La que habla saltó a la fama con la que fue su primera película. Fue aparecer en 2014 en 12 años de esclavitud, de Steve McQueen, y hacerse con el Oscar a mejor actriz de reparto. «Me he pasado tiempo peleándome contra el miedo de no ser capaz de hacer nada más», comenta. De paso, se convirtió en todo un símbolo, en bandera de reivindicación de, entre otras cosas, la diversidad. En un haber, una carrera plagada de títulos como Star wars, Black panther, Nosotros o Un lugar tranquilo: Día 1, y un libro infantil, Sulwe, que también es un alegato contra el racismo. «Quiero pensar que puedo provocar cambios positivos en la sociedad, pero me asusta ser considerada un símbolo. No me levanto por la mañana pensando: "cuidado de lo que dices porque eres un símbolo". Ese no es un papel que buscas, sino que te otorgan los demás. Y procuro adaptarme a ello, porque soy consciente de la responsabilidad», dice.
No hace tanto, la revista People eligió a Lupita Nyongo's como la mujer más bella del mundo. Había algo de vanidad en el gesto, pero también de manifiesto. La belleza no conoce de colores, era el mensaje tan obvio como, a juzgar por lo visto, necesario. «Fue un modo de aprovechar el que creo que es mi propósito. Si eso se presta a un cierto simbolismo y ese simbolismo sirve para representar y dar voz a una sociedad mejor, todo encaja», concluye en un alarde de compromiso, pero sin que se note. Lupita está y no está a la vez.